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Dos años después del inicio de la pandemia, ya no hay ninguna duda sobre el fracaso de la gestión de la covid-19: medidas ineficaces, dañinas, autoritarias y sin justificación científica, basadas más en razones políticas que sanitarias, con maniobras represivas y mediáticas que han producido sumisión e infantilización en la población, desarticulando la sociedad, dividiendo y polarizando, potenciando el individualismo y la obediencia ciega. El mundo sale de estos dos años con graves secuelas, con cicatrices que muy difícilmente desaparecerán. Es necesario poner fin al discurso de un virus amenazante que nos acecha a todos en cualquier lugar, listo para llevarse la vida de miles de personas de toda edad y condición: esa no es la realidad, ni lo ha sido nunca. Esa percepción aterradora ?amenaza omnipresente e indiscriminada?, producto de la propaganda, es el principal combustible que ha alimentado la pandemia. Es imprescindible acabar con esta sensación apocalíptica completamente injustificada. En ningún momento se ha llevado a cabo un balance de las medidas adoptadas: ni en su incidencia en la reducción de