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“Las fotografías somos nosotros”, escribía Susan Sontag ante las imágenes obscenas de Abu Ghraib. ¿Cómo ha sido posible que el público norteamericano aceptara la premisas de una cultura contraterrorista que justificara Guantánamo? El autor estudia “la pasión por la ignorancia” de la clase política y los medios de comunicación ante la Guerra contra el Terror. El Informe de la Comisión 9/11 ya dejó claro que los ataques del 11 de septiembre de 2001 podían haber sido prevenidos. El argumento central es que el contraterrorismo estadounidense se ha convertido en una profecía que se autocumple y que termina promoviendo más terrorismo. Zulaika examina en detalle las figuras de los architerroristas más conocidos –personajes que casi sin excepción trabajaron junto a los servicios de inteligencia estadounidenses– e invoca a autores como Truman Capote o Jean Genet como modelos de escritura. Se destaca la continuidad entre la guerra fría y el contraterrorismo, así como la relación simbiótica entre la carrera nuclear y el terrorismo internacional. Se presta especial atención al significado de la locura y suicidio terroristas. El estudio no sólo argumenta que el discurso crea su propia realidad, sino que analiza las condiciones subjetivas que conducen al deseo revolucionario (con especial atención a la figura de Yoyes). Si la Guerra contra el Terror se erigió en la política fundamental de George Bush, su continuidad en Afganistán se ha convertido en la mayor amenaza para la presidencia de Barack Obama. El contraterrorismo estadounidense se ha convertido en una profecía tramposa que termina promoviendo más terrorismo.